Mi primer relato...empiezo con suavidad

23.12.2016

Aquí comienza esta nueva aventura. Sin grandes pretensiones. Sólo pretendo divulgar las excelencias y las complicaciones de la vida liberal, para dar voz a aquellos que se han sentido discriminados por ser libre-sexuales. Y también para ayudar a que la gente que no lo es en esencia entienda que existen diferentes formas de sentir el sexo y que ninguna es correcta o incorrecta, sino que sólo es correcto aquello que es consensuado entre todos los participantes en el juego sexual.

Y aquí comienza mi primer relato. De adolescente, con 14 añitos, a finales de los 80, empecé mis juegos sexuales con el que entonces era el noviete de turno, en mi propia habitación, aunque mis padres estuvieran en el otro lado de la casa. Pero eso no era un problema, ya que mis padres consentían que estuviera "jugando" con mi novio en la habitación, siempre y cuando fuera con seguridad. Mis padres mismos me compraban los condones y los dejaban en un cajón de fácil acceso. Además siempre decían: "Mejor que lo hagáis aquí que no en un parque o en el bosque y que os pueda ocurrir algo malo".

Es cierto, el sexo no es malo y, por eso, ¿qué problema había? Agradezco a mis padres esta parte de su educación, puesto que me ha permitido poder disfrutar de los placeres de la vida sin tener ningún tabú y sólo con el límite de que tenía que ser algo que yo realmente quisiera y disfrutara.

Pero, esa educación chocó con la dura realidad. Mi "noviete" no tardó en alardear en el instituto de sus logros sexuales conmigo. Entonces, descubrí, a mi pesar, que vivir la sexualidad según tus deseos podía ser castigado socialmente. Y así, pasé a ser la "fresca", la "desvergonzada", la "fácil", y todo lo que os podáis imaginar que pueda surgir en plena efervescencia adolescente. Eso hizo, entre otras cosas, que dejara al "noviete", pero no logró frenar mi sexualidad, por suerte, supongo que gracias a lo que me inculcaron mis padres en cuanto al sexo se refiere: naturalidad y normalidad.

Eso sí, esa primera desagradable experiencia de rechazo social simplemente por querer disfrutar de lo que me apetecía sexualmente, me enseñó una importante, aunque triste, lección: haz lo que quieras con tu cuerpo, pero sé discreta, porque te etiquetarán de inmoral con facilidad...y esa etiqueta es más una cruz que una etiqueta.

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